• Ahí tienes a tu madre

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    28 de abril de 2024 – Quinto Domingo de Pascua

    Dios ha ido desapareciendo de la vida de muchos, no porque tengan algo contra él sino porque no aparece en la pantalla de sus móviles. Sencillamente no tienen tiempo para Dios que, al no manifestarse y mandar mensajes, acaba confinado a los últimos lugares de los contactos que van apareciendo en los WhatsApp. En realidad Dios está enviando continuamente mensajes pero no nos damos cuenta de ello. Algún mecanismo hace que se vayan al spam del que no nos preocupamos.

    Dios habita en nosotros, pero habría que decir más bien: nosotros habitamos en Dios. En él vivimos, nos movemos y existimos. Es lo que Jesús formula con la comparación de la vid y los sarmientos. Jesús no nos habla de conocimientos sublimes de Dios sino más bien de dar frutos en la vida ordinaria inspirándonos en su propia vida y en el evangelio, sobre todo en las bienaventuranzas que constituyen una especie de autorretrato de Jesús.

    Jesús nos promete su propia vida de Resucitado, que es la vida misma de Dios. Por el bautismo hemos sido injertados en Cristo, de manera que formamos uno con Él. Por nosotros fluye la misma vida de Jesús. La comparación de la vid y de los sarmientos intenta ayudarnos a comprender esta realidad indecible e inexplicable (Jn 15,1-8). Los creyentes forman una unidad entre sí, vinculados a Cristo. Cada uno por su lado se separa del centro vital y muere. Es como si todos tuviéramos el mismo código genético, que es el del mismo Cristo Resucitado, que lo ha recibido de Dios Padre y nos lo da mediante su Espíritu. Nuestra vida es la vida misma de Dios.

    A partir de ahora ya no cuentan los privilegios de un pueblo sino que cada uno tiene que producir fruto. Es verdad que esos frutos no son puramente el resultado de nuestro trabajo. El trabajo principal lo hace Dios mismo. Él es el viñador que cuida su vid y la poda de manera que no le falte nada. Nosotros somos esos sarmientos, a través de los cuales, Jesús produce frutos. Es decir, Jesús no tiene hoy día otros medios de hacerse presente entre los hombres para continuar su obra que nuestras propias personas. Es así como Dios lleva adelante su historia de salvación.

    Jesús nos habla de cómo se realiza esa colaboración. En primer lugar hay que permanecer unidos a Él para que su vida pueda circular por nosotros. Pero no es un permanecer estático sino dinámico, que pone en juego todas nuestras posibilidades, a través de una escucha atenta. A través de la acogida con fe de su Palabra, Jesús nos purifica y nos limpia para que podamos producir frutos. Su Palabra tiene esa fuerza de salvación que se despliega en el creyente. Esa Palabra se hace vida y nos lleva a guardar su Palabra, sus mandamientos, sobre todo el mandamiento del amor (1 Jn 3,18-24).

    En Pablo vemos de manera palpable los frutos producidos por su adhesión a Cristo (Hechos 9,26-31). Fue su nueva conducta la que convenció a los demás cristianos de que verdaderamente había cambiado de vida, había dejado de ser un perseguidor para convertirse en un apóstol que predicaba públicamente el nombre del Señor. Pablo ya no mira hacia su pasado judío y a los privilegios de su pueblo sino que entiende su vida a partir de su encuentro con Jesús y su llamada a ser apóstol de Cristo. También nosotros tenemos que cuidar ante todo nuestra relación personal con Jesús. Por medio de la eucaristía permanecemos en Jesús y Él en nosotros. De esa manera toda nuestra vida se convierte en acción de gracias a Dios por Jesucristo.


  • Haced esto en memoria mía

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    28 de marzo 2024 – Jueves Santo

    Todos los pueblos tienen una serie de fiestas patrias que conmemoran acontecimientos importantes de la historia del pueblo. Israel recordaba y celebraba ante todo su acontecimiento fundacional. Empezó a existir como pueblo libre con la liberación de la esclavitud de Egipto. De esa manera Israel pasó de la esclavitud al servicio.

    La serie de acontecimientos liberadores quedaron representados en la celebración de la Pascua, que da identidad al Pueblo de Dios (Ex 12,1-8.11-14). La muerte de los primogénitos de Egipto y el pasar de largo ante Israel fue el acontecimiento que desencadenó la liberación. Dejó bien a las claras el poder de Dios para liberar a su pueblo. El cordero pascual, comido a toda prisa y con hierbas amargas, recuerda la esclavitud pasada y sostiene la esperanza del banquete del Reino.

    Jesús, antes de su pasión y glorificación, celebró la cena pascual con sus discípulos. Era el momento de pasar de este mundo al Padre, de realizar su éxodo, su marcha liberadora. En esa cena instituyó el gesto sacramental, memorial de su misterio pascual, la Eucaristía (1 Cor 11,23-26). Este gesto de amor constituye la identidad profunda de la Iglesia. Jesús se dona con su cuerpo y sangre al mundo para sellar la nueva alianza. El Pueblo de Dios vive en alianza esponsal con Cristo, acogiendo su amor y dándolo al mundo.

    El amor es siempre concreto y normalmente es un amor sacrificado. Comporta la renuncia a sí mismo y la apertura al otro. Jesús empezó aquella cena con otro gesto verdaderamente memorable, el lavatorio de los pies. Se lavaba uno las manos antes de comer. Jesús lava los pies de sus discípulos, no para cumplir con una pureza ritual, sino para darles ejemplo (Juan 13,1-15). Se trata de un acto de servicio en el que el autor desaparece en la obra realizada. El trabajo de esclavo no permite realizarse a sí mismo de manera muy satisfactoria. Sin embargo, Jesús elige ese trabajo para enseñar a su Iglesia a hacer lo mismo.

    Uno no pertenece a la Iglesia para realizarse a sí mismo, para cultivar la espiritualidad y sentirse superior a los demás. Uno está en la Iglesia al servicio del mundo realizando las tareas cotidianas en las que uno apenas puede expresar su propia personalidad. No importa. Lo importante no es lo que uno hace sino el amor que pone en ello: “habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”.

    El amor de Jesús se manifiesta hasta en el más mínimo detalle. Tan sólo una persona que está dispuesta a dar su vida es capaz de dar sentido a los pequeños actos de la vida. El amor es servicio. A través de cada acción útil se manifiesta el amor de la persona.  Que la celebración de esta eucaristía renueve nuestro compromiso de entregar nuestra vida en lo pequeño a ejemplo de Jesús


  • Este hombre era hijo de Dios

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    24 de marzo de 2024 – Domingo de Ramos

    Los creyentes empezamos este domingo la Semana Santa, semana verdaderamente grande, porque en ella celebramos los misterios de nuestra salvación en Cristo Jesús. Celebramos que el amor de Dios es capaz de triunfar sobre la muerte, incluso la que parece más sin sentido, la que hemos visto durante los comienzos de la pandemia, que nos ha arrebatado a nuestros seres queridos, sin poder acompañarlos, sin poder despedirnos de ellos, sin poder rendirles el último homenaje de acompañarlos en su entierro. Los creyentes sabemos que después de la resurrección de Jesús, nadie muere solo, que a su lado están siempre Jesús y María y todos los miembros de la familia que están ya en la casa del Padre.

    Durante su entrada triunfal en Jerusalén, Jesús es aclamado como Rey (Mc 11,1-10). En cierto sentido el mismo había escenificado el acontecimiento. Todo lo que va a vivir durante esa semana, Jesús lo había previsto y lo había aceptado libremente. Era la consecuencia lógica de lo que había predicado, la venida del Reino de Dios. Ese Reino está unido a la muerte y resurrección de Jesús.

    Ya su manera de presentarse, montado en un borrico, sin un ejército, en contacto directo con el pueblo, indica qué tipo de Rey va a ser. En cierto sentido se trata de una parodia de los reyes de la tierra y de los desfiles triunfales. A través de las diversas lecturas de la Palabra de Dios a lo largo de la semana, iremos descubriendo el estilo del Reino de Dios. Jesús había hablado ampliamente de él durante su predicación y lo había presentado como un cambio profundo no sólo de las relaciones sociales sino también del corazón del hombre.

    Jesús es un rey extraño. Se nos presenta como el Servidor de Dios, como un discípulo, como un iniciado que tiene una relación íntima con Dios. Cada día escucha su palabra y por eso puede decir una palabra de aliento al afligido (Is 50,4-7). Se trata por tanto de un rey cercano y accesible a sus súbditos, que le pueden confiar sus problemas. En su actuación experimenta la oposición de sus enemigos que lo golpean y  hacen escarnio de él. Eso no le arredra porque sabe que el Señor está a su lado y no le dejará fracasar. Mientras los reyes se dedican a hacer alarde de su categoría y a mandar, Jesús va a vivir como un hombre cualquiera y seguirá el camino de la obediencia. Su muerte en la cruz parecerá una muerte infame, pero en realidad es el camino hacia su glorificación a la derecha del Padre (Filp 2,6-11).

    Empezamos la semana y ya evocamos el desenlace final. La lectura del evangelio de la Pasión pone delante de nosotros no sólo el argumento sino toda la narración para que nos sumerjamos en ella (Mc 14,1-15,47). Es en la pasión donde se nos revela el misterio de Jesús, el Mesías sufriente y no el triunfador esperado por sus contemporáneos. Será precisamente el centurión romano, un pagano el que sepa reconocer en aquel crucificado al Hijo de Dios.

    No podemos vivir la pasión como simples espectadores sino que debemos entrar de lleno en ella identificándonos con los diversos personajes que aparecen. Esta historia habla de nosotros mismos como discípulos del Señor. Como ellos también nosotros hemos querido seguir a Jesús, pero tantas veces lo hemos negado y traicionado, lo hemos abandonado y dejado solo. A pesar de ello Jesús sigue creyendo en nosotros y nos sigue llamando para llevar su salvación al mundo.  Que la celebración de la eucaristía nos disponga a celebrar con amor y compasión los misterios de nuestra redención.


Lorenzo Amigo

Es sacerdote marianista, licenciado en filosofía y filología bíblica trilingüe, doctor en teología bíblica. Ha sido profesor de hebreo en la Universidad Pontificia de Salamanca y de Sagrada Escritura en el Regina Mundi de Roma. Fue Rector del Seminario Chaminade en Roma de 1998 a 2012. Actualmente es párroco de San Bartolomé, en Orcasitas, Madrid.


Sobre el blog

La Palabra de Dios es viva y eficaz. Hacer que resuene en nuestros corazones y aliente en nuestras vidas. Leer nuestro presente a la luz de la Palabra escuchada cada domingo. Alimentarse en la mesa de la Palabra hecha carne, hecha eucaristía. Tu Palabra me da vida.


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