• Obras son amores

    Categoría:

    1 de octubre 2023 – 26 Domingo Ordinario

    El día 4 de octubre comienza la primera sesión de la Asamblea Sinodal sobre la sinodalidad. En la larga preparación que la ha precedido ha quedado claro que no se trata de discutir doctrinas sino de cómo llevar a la práctica una serie de propuestas sobre la misión, la comunión y la participación en la Iglesia. Lo que cuenta e importa, como nos recuerda el profeta, son nuestras obras (Ez 18,25-28).

    Decir o hacer es la alternativa ante la que nos pone el evangelio (Mt 21,28-32). Nos presenta una parábola que, para ser más clara, divide las personas en dos clases, la que obedecen de palabra y las que obedecen de hecho, aunque con sus palabras se habían negado a hacerlo. Esta presentación en blanco y negro permite que podamos fácilmente identificarnos con uno de los dos hijos de la parábola. En realidad en nuestra vida habrá de todo, pero, al tener que elegir uno de los personajes,  podemos ver cuál es la orientación fundamental de nuestra existencia.

    Se trata de buscar siempre hacer la voluntad del Padre, lo que Él quiere, lo que a Él le agrada. El amor hay que mostrarlo sobre todo con obras y no quedarnos en meras palabras. Eso es lo que hizo Jesús, que dio un sí incondicional al Padre.  Por amor al Padre y a los hombres, sus hermanos, Jesús se encarna para realizar el proyecto divino de salvar a los hombres (Filp 2,1-11). Jesús, que era Dios, en vez de vivir como Dios, optó por vivir como un hombre cualquiera, pobre y humilde. Sobre todo aceptó por los demás la muerte más deshonrosa, típica de un esclavo, la muerte de cruz. Lo importante es la vida de Jesús y no simplemente sus enseñanzas. Son su vida y sus acciones las que nos han salvado y las que han hecho que el Padre lo exalte a su derecha. Así Dios realizaba su proyecto de amor sobre los hombres.

    Para poder colaborar con el proyecto del Padre, hay que ponerse a la escucha de lo que Dios nos dice, no sólo a través de los mandamientos, que ha dado para todos los hombres, sino tratando de descubrir cuál es la manera particular como yo debo responder a la llamada de Dios. Dios normalmente revela su voluntad a través de su palabra, que resuena en el interior de nuestro corazón y que debemos escuchar en el silencio y la oración. Pero a veces habla a gritos a través de las provocaciones de la historia que vivimos, ante la que no podemos quedar insensibles. Hay que saber interpretar los signos de los tiempos. A través de los acontecimientos de la vida diaria, sobre todo del encuentro con las personas, Dios me está constantemente interpelando.

    Yo puedo acoger el proyecto de Dios  y realizar mi vida orientada hacia Dios, o por el contrario puedo negarme a ello y querer definir yo mismo mi propio proyecto. Dios nos ha dado la libertad, que nos permite hacer con nuestra vida lo que nos da la gana: realizarla o echarla a perder. Para hacer un buen uso de esa libertad que hemos recibido, es necesario discernir constantemente los valores que están en juego en cada una de las decisiones que tomamos. Aparentemente parece que estamos eligiendo realidades ajenas a nosotros, en realidad es siempre nuestra vida la que estamos eligiendo y estamos modelando poco a poco. En esta situación difícil en que nos toca vivir, el Señor nos interpela sobre todo a través de todas las personas que necesitan de nuestra ayuda, solidaridad y afecto.

    Nuestra participación en esta Eucaristía es una manifestación de nuestro sí al Señor. Que el Señor nos conceda trabajar en su viña y colaborar con Él a la venida de su Reino.


  • Nadie nos ha contratado

    Categoría:

    24 de septiembre de 2023 – 25 Domingo Ordinario

    El paro sigue siendo el mayor problema y preocupación para las familias españolas. Encontrar trabajo es cada día más difícil. Los que pierden el puesto de trabajo a una cierta edad experimentan que las puertas se le van cerrando. Existen sin duda trabajos, pero son trabajos precarios con fecha de caducidad. Y luego vuelta a empezar. Si el trabajador es un emigrante sin papeles, tendrá que trabajar en unas condiciones de explotación. Los jóvenes ven el futuro bloqueado. Ante esa situación, se pierden las ganas de estudiar, al constatar de que prácticamente las cosas están tan difíciles para los que tienen estudios como para los que no los tienen. La falta de preparación complica todavía más la situación.

    También en tiempo de Jesús los hombres se arracimaban ociosos en la plaza a ver si alguien venía a ofrecerles trabajo (Mt 20,1-16). La invitación de Jesús es reconfortante porque sigue ofreciendo trabajo en su viña. En la viña del Señor, en su Iglesia, no hay paro. Al contrario, hay mucho trabajo y pocos trabajadores.

    El dueño de la viña no parece un buen pagador y desde luego hoy día habría corrido el riesgo de ser denunciado por los sindicatos. El dueño de la viña, dando la misma paga a todos, parece que quiso asegurar una especie de salario mínimo que garantice a cada persona poder vivir con dignidad junto con toda su familia. El Señor parece hacer una opción a favor de la igualdad en vez de favorecer las horas extras o el grado de rendimiento. Es verdad que una vez más la lógica del evangelio no es la de nuestros especuladores, que buscan únicamente el lucro. Nuestra manera de actuar está muy lejos del estilo de Dios, de sus planes y caminos (Is 55,6-9).

    Es una maravilla el que Dios haya querido tener necesidad de los hombres para poder realizar su misión de establecer el Reino. Llama a todos y nunca es tarde para incorporarse a esta tarea. Las generaciones actuales tenemos la responsabilidad de asegurar el futuro de la Iglesia, llamando a las generaciones más jóvenes. Éstas siguen siendo generosas cuando se les presenta una misión que merezca la pena, en la que esté en juego el futuro del hombre, de la humanidad y del planeta tierra. Tendremos que seguir preguntándonos por qué nuestras iglesias se van quedando vacías de jóvenes.

    El ejemplo de Pablo es admirable (Filip 1, 20c-24. 27ª). Ha dedicado toda su vida a los demás para que sus fieles puedan llevar una vida digna del evangelio de Cristo. En la vejez pudiera pensar en un retiro cómodo e incluso considerar la muerte como una liberación de los trabajos y sobre todo como el ansiado encuentro con Cristo. Pero ahí lo tenemos dispuesto a seguir dando el callo porque sigue siendo necesario a los demás. Es lo que veo también en tantos de nuestros sacerdotes y religiosos que han superado ampliamente la edad de jubilación y siguen ahí en la brecha, porque consideran que su servicio a los demás es necesario para que los fieles puedan llevar una vida digna del evangelio. Pidamos en esta Eucaristía que el Señor siga enviando obreros a su viña.


  • Saber perdonar

    Categoría:

    17 de septiembre de 2023 – 24 Domingo Ordinario

    La situación política y social de España se está volviendo cada vez más difícil a causa de la lucha por el poder. Fácilmente se califica de enemigo al que no piensa igual que yo. Al final, consideramos enemigos a los que no son de los nuestros, de nuestra cultura, nuestra raza o religión, de nuestro partido.

    Parece que es de justicia el dar a cada uno lo suyo. Si me han hecho el bien, debo devolver el bien. Si me han hecho el mal, debo pagar con la misma moneda. Así se justifica nuestro sistema penitenciario para que los criminales paguen lo que han hecho. En la lógica humana, el que me la ha hecho me la debe pagar, de lo contrario parece que queda por encima de mí y que yo soy el que sale perdiendo.

    Por el contrario, en la lógica de Jesús y del evangelio, siempre se ofrece el perdón, no sólo de las ofensas sino también de las deudas. Jesús, desde luego, no valía para administrador. Con su manera de administrar el dinero, llevaría a la bancarrota a cualquier banco. Él perdona con la misma facilidad unos cuantos euros o una millonada. El fundamento del perdón es siempre el amor de Dios, que nos ha perdonado primero una deuda que supera toda posibilidad de ser pagada. Algo así había intuido ya el autor del Libro del Eclesiástico: No se puede ser implacable con el prójimo y querer luego que Dios nos perdone  (27,33-28,9). Desgraciadamente el siervo malvado, que había sido perdonado, no es capaz de hacer lo mismo con su compañero (Mt 18,21-35).

    Jesús nos invita a superar la cadena de acción y reacción. Es una ilusión el creer que se va a vencer el mal con el mal. Constatamos, en cambio, que la violencia engendra siempre violencia. El evangelio nos invita, en cambio, a vencer el mal a fuerza de bien, al estilo de Dios que hizo que donde abundó el pecado sobreabundase la gracia.

    Claro está que todo esto sólo es posible en la perspectiva cristiana del amor a los enemigos. Somos nosotros los que fabricamos los enemigos para poder justificar nuestras tendencias destructoras. El amor cristiano sabe distinguir entre la persona y sus actos, entre el pecador y su pecado. Dios condenó el pecado en Cristo Jesús, para salvar a los pecadores. La persona humana, a pesar de sus yerros y crímenes, sigue siendo objeto del amor de Dios y sujeto de dignidad humana. Por eso Dios nos da siempre una nueva oportunidad, como pidió el siervo malvado. Lo llamativo es cómo nosotros, a la primera de cambio, tachamos de la lista al que nos ha hecho algo que no nos ha gustado.

    En el fondo, tenemos que decir como Jesús en la cruz: “perdónalos porque no saben lo que hacen”. Si el hombre comete el mal, no es porque sea  malo o porque le satisfaga hacer el mal. En realidad hace el mal, creyendo que hace un bien que le puede proporcionar una cierta felicidad, aunque sea pasajera. A veces será simplemente el placer de la venganza. Pero está en el error y no sabe lo que hace. Lo hace porque es un desgraciado y un infeliz. En esta eucaristía acojamos el perdón de Dios en Cristo Jesús y salgamos dispuestos a perdonarnos a nosotros mismos y a todos los que nos hayan ofendido.


Lorenzo Amigo

Es sacerdote marianista, licenciado en filosofía y filología bíblica trilingüe, doctor en teología bíblica. Ha sido profesor de hebreo en la Universidad Pontificia de Salamanca y de Sagrada Escritura en el Regina Mundi de Roma. Fue Rector del Seminario Chaminade en Roma de 1998 a 2012. Actualmente es párroco de San Bartolomé, en Orcasitas, Madrid.


Sobre el blog

La Palabra de Dios es viva y eficaz. Hacer que resuene en nuestros corazones y aliente en nuestras vidas. Leer nuestro presente a la luz de la Palabra escuchada cada domingo. Alimentarse en la mesa de la Palabra hecha carne, hecha eucaristía. Tu Palabra me da vida.


Categorías


Información de Cookies


Archivo


Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies