• Santos por el amor

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    8 de diciembre de 2023- La Inmaculada Concepción de la Virgen María

    La Iglesia experimenta muchas veces el rechazo en el mundo actual porque muchos piensan que, detrás de su mensaje de salvación, se esconde un deseo de dominio sobre las personas. Declarando a todos pecadores, ella se presenta como la única instancia de salvación de parte de Dios. Algunos piensan que  no es necesaria la salvación de Dios. El hombre por sí mismo va alcanzando esa salvación por medio del progreso tecnológico. En su ingenuidad cree que está viviendo ya la plena libertad porque puede comprar y consumir lo que quiere o el bolsillo le permite.

    Aquellos para los cuales la vida es un valle de lágrimas, porque son víctimas del descarte, miran con envidia a los que tienen y se echan la culpa a sí mismos de no poder pertenecer a ese grupito de privilegiados que vive de explotarlos a ellos. Ante los mecanismos perversos que descubrimos en nuestro mundo, incluso los creyentes nos sentimos muchas veces impotentes. La Iglesia, sin embargo, ha conservado siempre su confianza en la persona de María en cuyo destino ve anticipada su propia historia de lucha, de rechazo y de victoria. En el triunfo de la Mujer sobre el enemigo del hombre, la serpiente, la Iglesia ha descubierto su propio triunfo y el triunfo de la fe cristiana (Gn 3, 9-15.20). Dios es capaz de sacar adelante su proyecto de una única familia de hijos de Dios, todos hermanos.

    El deseo de ser como Dios, motor en buena parte de la ambición desmedida de la cultura moderna, contiene, sin embargo, una parte de verdad. Dios no se ha guardado celosamente para sí sus privilegios, sino que quiere compartirlos con nosotros. Eso sí, como puro don, no como algo que le tenemos que arrebatar. En la persona de María Inmaculada vemos realizado ya el proyecto de Dios sobre toda la humanidad. Dios quiere introducir al hombre en su propia intimidad divina.

    La fiesta de la Inmaculada nos recuerda ante todo que María fue redimida del pecado en virtud de la redención de Cristo. En ella el triunfo de la gracia fue tal que se vio preservada incluso del llamado pecado original que introdujeron Adán y Eva en la historia de la humanidad. Venimos a un mundo de pecadores, en el que el pecado está por doquier y ejerce una gran fascinación sobre todos nosotros, que de hecho cometemos muchos pecados.  La figura de la Inmaculada, de una mujer que, desde el principio de su existencia, estuvo orientada hacia Dios, nos da a todos la certeza de que el hombre puede, también hoy, abrirse al misterio de Dios que nos envuelve.

    Lógicamente no fue ningún mérito de María el vivir rodeada de la gracia y el amor de Dios. Fue eso, gracia (Lc 1,26-38). De tal manera Dios se le comunicó, que tomó carne en sus propias entrañas. Ese es el gran misterio de la santidad de María. Sobre ella viene el Espíritu Santo, que es el lazo de amor del Padre y el Hijo. En María se anticipa el Pentecostés que funda la Iglesia santa, aunque esté compuesta de pecadores. María estuvo llena de Dios desde el primer instante de su vida, no porque ella fuera capaz de hacer nada de especial, sino simplemente porque el Señor la había elegido para ser la Madre de su Hijo.

    Dios ha triunfado totalmente del mal en la persona de María, nuestra hermana mayor, una de nuestra raza. Eso nos da la esperanza de que Dios un día triunfará sobre el mal y el pecado, también en nosotros. También nosotros hemos sido elegidos y llamados a la santidad desde toda eternidad (Ef 1, 3-6. 11-12).  Al final no contará nuestro pecado sino el amor infinito que Dios nos tiene y nos ha manifestado en Cristo Jesús. Al final, también cada uno de nosotros sabrá acoger ese amor. Con esa esperanza no debemos desanimarnos ante el espectáculo que ofrece a veces el mundo y la sensación  que tenemos  de que nuestro esfuerzo pastoral es inútil. El Beato Chaminade estaba convencido de que María Inmaculada vencerá también esta indiferencia religiosa en la que está sumergida nuestra sociedad. Que la celebración de la eucaristía nos anime a todos a  seguir combatiendo los combates de la Inmaculada en su lucha contra el mal en este mundo


  • El Señor viene

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    3 de diciembre de 2023- Primer Domingo de Adviento

    Hoy, 30 de noviembre, comienza la Conferencia mundial del clima en Dubai. Ante el problema del cambio climático, el Papa ha denunciado que las autoridades y poderes han venido haciendo poco. Se teme que la Conferencia, celebrada en un país que vive del petróleo, sea como las anteriores, un juego de niños para dar la impresión de que se está haciendo algo. El ideal de las clases ricas sigue siendo disfrutar de este mundo consumista. Es verdad que la pandemia y las guerras nos han despertado del dulce sueño del bienestar en el que muchos siguen viviendo durante las primeras décadas del tercer milenio. ¿Saldremos de estas crisis mejores o peores? Dependerá de nosotros. ¿Estamos dispuestos a fundamentar nuestras vidas sobre auténticos valores éticos o solo va a contar el disfrutar y divertirse, sin darnos cuenta del sufrimiento de la mayor parte la la humanidad?

    El tiempo de Adviento, con el que empezamos el año litúrgico,  intenta sacudirnos de nuestra modorra y recordarnos que estamos aguardando la manifestación gloriosa de Jesús, el Señor que se fue pero que volverá (Mc 13,33-37). Es la resurrección de Jesús la que ha abierto para nosotros el futuro de Dios. Un futuro que no se puede planificar con cálculos humanos, sino que está irrumpiendo constantemente de manera sorprendente aportando siempre la novedad a nuestro viejo mundo. La esperanza cristiana no es fruto de los cálculos optimistas sobre el futuro. En realidad los datos actuales son más bien sombríos. Pero precisamente el Evangelio es Buena Noticia para los pobres y desesperados que no encuentran soluciones en las políticas humanas.

    La esperanza cristiana se basa en la fidelidad de Dios a sus promesas. Dios prometió darse al hombre y lo hizo en la persona de Cristo Jesús. Verdaderamente, como quería el profeta, Dios ha rasgado el cielo y ha bajado al encuentro del hombre para rescatarlo (Is 63,16-17; 64,1-8). Dios ha pronunciado una palabra de perdón sobre el pasado pecador del hombre. Jesús es el Sí incondicional del amor de Dios al hombre. Resucitándolo de entre los muertos, Dios ha sentado ya a la humanidad a su derecha. Hemos sido introducidos en la vida misma de Dios.

    Nuestra esperanza no se basa ni en los cálculos humanos ni en el simple deseo o necesidad de soñar con un futuro. Tenemos ya las señales de que la vida del hombre ha sido transformada cualitativamente. Hemos sido enriquecidos en todo, en el hablar y en el saber (1 Cor 1,3-9). Como los fieles de Corinto, tampoco nosotros carecemos de ningún don, aunque carezcamos de muchas cosas materiales.  No es necesario esperar a la otra vida o al otro mundo. Hoy día es posible vivir esa plenitud divina que Dios nos ha dado en Cristo.

    La vigilancia a la que nos invita el Adviento, es en realidad una exhortación a darnos cuenta del momento presente, de la presencia de Dios entre nosotros. Es Él el que está abriendo siempre un futuro para el hombre. Un futuro que el hombre está invitado a construir en colaboración con Dios. Solamente abriéndonos al futuro de Dios, seremos capaces de mantenernos firmes hasta el final, no dejándonos seducir por un presente engañoso.  La esperanza cristiana orienta nuestra mirada hacia Dios, pero nos mantiene con nuestros pies en la tierra. No nos lleva a cruzarnos de brazos sino que nos hace desplegar todo el dinamismo de la experiencia cristiana. Así Dios sale al encuentro del que practica la justicia y se acuerda de sus caminos. Que la celebración de la Eucaristía avive en nosotros el deseo del retorno del Señor y nos lleve a preparar su venida


  • Cristo Rey

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    26 de noviembre de 2023 – Jesucristo, Rey del Universo

    Desgraciadamente las figuras políticas se han ido devaluando de tal manera que necesitamos recuperar su imagen y misión original, la de ser servidores de los pueblos. Cristo es un Rey muy diferente de los políticos de uno y otro signo. Él es el gran servidor que da la vida para que los hombres tengan vida. Esta es la vocación de la Iglesia: vivir un amor servicial, hecho de obras de misericordia. Desgraciadamente en los medios de comunicación aparecen muchas veces otras caricaturas de Ia Iglesia, no siempre exentas de fundamento. Gracias a Dios, durante este tiempo de crisis, la Iglesia está mostrando que esa caridad es parte integrante de la lucha a favor de la justicia. Jesús anunció un Dios que hace justicia a aquellos a los que el mundo no hace justicia y trata de manera injusta.

    En los tiempos bíblicos, era el rey el encargado de hacer justicia. Se le representa muchas veces bajo la figura del pastor que trata con equidad a sus ovejas, es decir, según las necesidades de cada una (Ez 34,11-17). Tratar a todos por igual era para los antiguos la mayor injusticia. Hoy día creemos que esas consideraciones de las situaciones particulares no tienen nada que ver con la justicia, todo lo más los cristianos las consideran objeto de la caridad cristiana. Y, efectivamente, como dice el Papa, sólo con la caridad cristiana se puede crear un mundo justo.

    El deseo de justicia se expresa en la idea del juicio final. El examen final al que nos someterá Jesús tiene que ver con la realización de la justicia en este mundo (Mt 25,31-46). En realidad es un examen sobre las obras de misericordia, porque sólo la misericordia y la compasión son capaces de hacer justicia al hombre sufriente y doliente. Las obras de misericordia tienen que ver con las personas a las que el mundo no hace justicia: los hambrientos, los emigrantes, los desposeídos, los encarcelados.

    El juicio de Jesús es coherente con su vida y su anuncio del Reino de Dios. El Reino viene sobre toda para esas categorías de excluidos de la sociedad. Son ellos los primeros destinatarios del Reino. Tan sólo los que son capaces de descubrir a Jesús y su Reino en los hambrientos, los emigrantes, los desposeídos y los encarcelados desean de verdad entrar en el Reino de Dios.

    “A la tarde te examinarán en el amor” (San Juan de la Cruz). Será un examen práctico y no teórico. No se aprueba con un trabajo escrito o unas respuestas aprendidas de memoria. Habrá que mostrar los ejercicios prácticos que uno ha realizado. Habrá que demostrar que uno ha ha estado viviendo los valores del Reino.

    El amor cristiano sigue siendo todavía la asignatura pendiente del cristianismo, aunque haya ejemplos reconfortantes de cristianos que va superando la prueba con sobresaliente. La fiesta de Jesucristo, Rey del Universo, colocada en el último domingo del año litúrgico, nos recuerda que sólo podremos formar parte del Reino de Dios si tenemos un corazón compasivo y misericordioso como el de Jesús. Que la celebración de la eucaristía nos ayude a descubrir a Jesús en los pobres y marginados para que un día tengamos parte con ellos en el Reino del Padre.


Lorenzo Amigo

Es sacerdote marianista, licenciado en filosofía y filología bíblica trilingüe, doctor en teología bíblica. Ha sido profesor de hebreo en la Universidad Pontificia de Salamanca y de Sagrada Escritura en el Regina Mundi de Roma. Fue Rector del Seminario Chaminade en Roma de 1998 a 2012. Actualmente es párroco de San Bartolomé, en Orcasitas, Madrid.


Sobre el blog

La Palabra de Dios es viva y eficaz. Hacer que resuene en nuestros corazones y aliente en nuestras vidas. Leer nuestro presente a la luz de la Palabra escuchada cada domingo. Alimentarse en la mesa de la Palabra hecha carne, hecha eucaristía. Tu Palabra me da vida.


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