1 de febrero de 2015 – 4 Domingo Ordinario
El papa Francisco está suscitando el interés no sólo de los creyentes sino también de los no creyentes. Sus enseñanzas, sin embargo, son totalmente sencillas, que todos comprenden. Algunos, para desprestigiarlo, dicen que no es un teólogo como Benedicto. Es verdad, lo cual no quiere decir que sea una persona sin formación teológica. El impacto de sus palabras se debe a que éstas vienen avaladas por su vida, por sus acciones y gestos. Jesús causó gran impresión en sus discípulos por su manera de enseñar y de actuar. Era un maestro distinto, a pesar de que él no había estudiado con otros maestros ni apelaba a ellos. Su autoridad le venía de su propia doctrina. Era una enseñanza en la que descubrían al mismo Dios.
Era ciertamente un profeta, una persona que tenía la capacidad de hablar en nombre de Dios. No tenía tan siquiera necesidad de decir que aquello era “Palabra de Dios”, pues se la percibía inmediatamente como tal. Era sin duda el profeta definitivo anunciado por Moisés, a través del cual Dios no sólo revelaba su voluntad salvadora sino que hacía presente al mismo Dios salvando a su pueblo (Dt 18,15-20).
La palabra de Jesús tenía la misma autoridad y efectos que la palabra del mismo Dios. Era una palabra de salvación que hacía presente aquello que anunciaba. No era una palabra que simplemente transmitía información acerca de Dios o del mundo, sino que era una palabra-acción que hacía presente la liberación prometida por Dios. Jesús era una persona con capacidad de hacer milagros, signos extraordinarios que, para los hombres de aquel tiempo mostraban que el Reino de Dios estaba irrumpiendo en la vida de los hombres.
Si Dios reina, ninguno otro puede usurpar su poder. Si Dios reina se realiza aquello de la creación: “vio Dios que todo era muy bueno”. Jesús toma sobre sí el empeño de vencer el mal a fuerza de bien. Lucha contra todo tipo de mal, de enfermedad, de miseria. Busca la curación global de la persona herida por tantos males, sobre todo por este mundo de pecado, por el propio pecado y por los que manejan la realidad del pecado al servicio del Príncipe de este mundo (Mc 1,21-28).
El sufrimiento y el mal siguen presentes en este mundo. El sufrimiento físico y la enfermedad van siendo cada vez más superados. El sufrimiento psíquico y moral, por el contrario, parecen cada día mayor. No porque sean cuantitativamente mayores sino porque la conciencia del hombre es cada vez más sensible a las ofensas infligidas a su dignidad. La cuestión del mal y del sufrimiento, suscitada por una niña, en Filipinas, ha sido la primera pregunta para la que el Papa honradamente no encontró una respuesta. Nos hizo palpar el misterio, al que hay que responder, no con palabras, sino con la ternura de un abrazo.
A veces tenemos la impresión de que la fuerza del mal va en aumento y de que no podemos hacer nada por detenerla. Los cristianos, sin embargo, estamos convencidos de que si el mal es un enemigo fuerte, Jesús es todavía más fuerte. Él ha vencido con su muerte a las potencias del mal y no nos dejará sucumbir a su poder en la lucha que mantenemos contra el espíritu del mal. En la celebración de la Eucaristía Jesús nos libera y nos fortalece con su cuerpo y con su sangre para que salgamos victoriosos en todas nuestras luchas.
Comentarios
Una respuesta a «Esta manera de enseñar es nueva»
muchas gracias por esta palabra de Dios y por la oportunidad de expresarnos. Realmente tenemos una lucha muy grande contra el mal tenemos que hacer que los demás lleguen a tener una buena conciencia de del bienestar de todos y no aislarnos en nuestro propio egoísmos sin importarnos los demás.