11 de agosto de 2013 – 19 Domingo Ordinario
El papa Francisco nos acaba de regalar una estupenda encíclica sobre la fe. De esta manera ha continuado el magisterio del papa Benedicto, que escribió sobre la esperanza y la caridad. El papa Francisco nos propone de nuevo su programa: caminar, construir, confesar. Contrariamente a la expresión de “creer lo que no vimos”, el que cree, ve; el que cree piensa.
Efectivamente la fe es eso, seguridad de lo que se espera, prueba de lo que no se ve (Hb 11,1-2.8-19). A los ojos de nuestros racionalistas contemporáneos la actitud de fe traduce una ingenuidad, que hace que uno sea víctima de una ilusión. En realidad no se trata de una luz ilusoria sino de una luz por descubrir. La luz de la fe brota de la luz del amor de Dios que se nos ha hecho experimentable en la historia de la salvación, sobre todo en el acontecimiento de Cristo Jesús.
Tenemos que contemplar de nuevo el ejemplo de los grandes creyentes de todos los tiempos que caminaron en la fe, sin haber visto realizadas de todo las promesas, pero viéndolas y saludándolas de lejos. En particular Abrahán y Sara son nuestros padres en la fe, que supieron esperar contra toda esperanza. Las promesas del Señor se fundan en su palabra todopoderosa que liberó a nuestros padres de la esclavitud de Egipto (Sab 18,6-9).
La fe nos lleva a no abandonar el puesto y a estar en guardia, incluso durante el verano y las vacaciones, con las lámparas encendidas a la espera del Señor (Lc 12,32-48). La cultura actual no sólo es una cultura de la noche, celebrada de noche, sino que la noche proyecta su sombra y su inconsciencia sobre el día. El mundo del consumismo crea una especie de letargo y de sopor que facilita el que seamos manipulados por todos los mensajes de falsa felicidad.
El cristiano sabe que estamos viviendo en los últimos tiempos, es decir en los definitivos y que todo minuto es precioso y no se puede desperdiciar. No se puede pasar la vida adormilados simplemente disfrutándola. Hay que realizar la misión que el Señor nos ha encomendado.
La única manera de estar despiertos y velar es sentirse responsables ante Alguien. Sólo el vivir ante Dios nos puede dar esa capacidad de atención al presente. Dios es una presencia total que nos circunda y nos envuelve. Pero no es una presencia puramente estática de algo que está ahí. Es una presencia dinámica que nos implanta en la vida y en el ser y que nos da las energías necesarias para vivir.
El hombre actual puede tener la sensación de que Dios está ausente, o que está lejos, o que tarda en venir. En realidad Dios está viniendo a nuestro encuentro en cada persona, en cada acontecimiento. Cada momento de nuestra existencia se entrecruza con la eternidad de Dios y nos ofrece la oportunidad de la salvación, de ser arrancados a esta realidad falsa y engañosa en la que nos toca vivir. Pero hay que confrontarse con esta realidad y no huir de ella. Saber que somos responsables de la construcción del Reino de Dios en este mundo que todavía tiene tantas marcas del anti- Reino. Que la celebración de la eucaristía alimente nuestra fe y nos ayude a mantener nuestras lámparas encendidas hasta que el Señor vuelva.
Comentarios
Una respuesta a «Conocer con certeza la promesa de que se fiaban»
Gracias por animarnos a leer Lucen fidei! Me ha encantado volver a leer aquello de la fe del hombre y la fidelidad de Dios.
Gracias de nuevo.