10 de abril de 2022 – Domingo de Ramos
Durante toda la cuaresma nos ha acompañado la guerra de Ucrania, que representa el fracaso del «Fratelli tutti, todos hermanos». La presencia de los refugiados nos recordará que la pasión de Jesús es siempre actual. Sigue habiendo millares de crucificados que mueren injustamente porque han querido defender su patria y sus familias. Probablemente los soldados que los atacaron no tienen nada contra el pueblo de Ucrania, pero siguen la órdenes de los poderosos. Para muchos la Semana Santa será un tiempo de vacaciones. El recuerdo de la muerte de Jesús, de un inocente condenado injustamente, cada vez le dice menos a nuestro mundo que se ha ido acostumbrando a ver los muertos en la tele y se ha vuelto más o menos insensible, aunque hay muchos que han reaccionado y se han solidarizado con las víctimas. Esta Semana Santa va a ser una oportunidad única de enfrentarnos con el mal en el mundo y de creer que se puede vencer el mal a fuerza de bien.
El Domingo de Ramos es como el pórtico de la Semana Santa. En él vemos ya presente los dos grandes acontecimientos de la vida de Jesús, su muerte y su gloria. La entrada triunfal en Jerusalén anuncia su triunfo definitivo (Lc 19,28-40). No debemos perder de vista que caminamos hacia la resurrección, pero antes es necesario pasar por la pasión. Jesús anunció el Reino de Dios y lo hizo presente a través de diversos gestos proféticos, como el comer con los pecadores o sus milagros. Quiso inaugurarlo con su solemne entrada en la capital, aclamado por todos los que esperaban el Reino. En ese Reino entrará de manera inmediata el buen ladrón, que confiesa su fe y su confianza en Jesús.
La lectura de la pasión, hoy y el Viernes Santo, da una densidad especial al misterio de la cruz, con la que Jesús redimió al mundo. Vamos a contemplar la pasión del Señor no como simples espectadores, que permanecen fuera del juego, sino entrando también nosotros en ella. Metámonos dentro de los diversos personajes. Ante todo identifiquémonos con Jesús “que me amó y se entregó por mí”. Descubramos sus sentimientos profundos de amor al Padre y a los hombres. Siendo Dios, se despojó de toda gloria y compartió la condición de los pobres y humildes. Más aún, se hizo obediente hasta la muerte de cruz (Filp 2,6-11).
Es ese vaciamiento de sí mismo, para poder ser solidario con los últimos de la tierra, el que le permitirá llenarse totalmente de Dios en la resurrección. A los ojos de la sabiduría humana, el misterio de la cruz es una locura, pero para los que creen en Cristo es la manifestación del amor, de la fuerza y de la sabiduría de Dios. Hay que entrar en el misterio de la cruz con un corazón de discípulo, que quiere aprender de su Señor, sin tener miedo a arriesgar la vida.
En la Pasión de san Lucas, Jesús aparece como el justo inocente perseguido injustamente por sus enemigos (Lc 22,14-23,56). Su sufrimiento revela el amor y la misericordia del Padre para con todos sus hijos descarriados. La cruz de Cristo no tiene nada de trágico sino que encarna el amor con el que cada discípulo tiene que llevar en su vida las contrariedades y contradicciones a causa del seguimiento de su Señor.
Pero también la contemplación de los demás personajes de la pasión, nos ayudan a descubrir la realidad de nuestras vidas y de nuestro pecado. Judas, el discípulo que lo entregó, es para todos nosotros una seria advertencia de que también nosotros podemos traicionar a Jesús y hundirnos después en nuestra desesperación. También Pedro lo negó, pero supo llorar su pecado. Los otros discípulos lo abandonaron por miedo, pero volvieron a creer en Él cuando lo vieron resucitado.
Pilato se lava las manos en signo de inocencia, pero condena al inocente para no perder la amistad con el emperador. Herodes, curioso por poder ver algún milagro, se reconcilia con Pilato que le envió a Jesús para que lo juzgara. Los sumos sacerdotes consideran a Jesús un blasfemo, porque ha anunciado un Dios de misericordia y de perdón. ¿Qué personaje eres tú en la pasión de Jesús que continúa hoy día? La pasión de Jesús se actualiza en la celebración eucarística. Al comulgar el cuerpo de Jesús participamos en su destino de muerte y resurrección. Empecemos con ánimos la Semana Santa y acompañemos a Jesús a lo largo de ella para llegar a la alegría de la Pascua.