No buscar al viviente entre los muertos

17 de abril de 2022 -Vigilia Pascual  

Todos deseamos y soñamos con la paz en Ucrania y su consiguiente reconstrucción. Confiamos que la solidaridad que se está mostrando en la acogida de los refugiados continúe después ayudando a reconstruir el país.  No queremos que las fuerzas destructoras que no podemos dominar tengan la última palabra y vayan arrebatándonos todo lo bello, todo lo que merece la pena. Los creyentes creemos que Dios es el origen de todo lo bueno, lo hermoso y verdadero. El es la vida y el origen de toda vida. En Jesús el amor ha triunfado el odio, la vida sobre la muerte.

La resurrección de Jesús es la realización de todas la promesas hechas por Dios a su pueblo y la anticipación del futuro definitivo de Dios. Es el acto fundacional de la Iglesia, convocada por el Resucitado. Leemos algunos momentos más significativos de la historia de la salvación en la que Dios ha actuado a favor de su pueblo. Ya la creación, inicio de esa historia, es un momento de gracia, porque Dios crea al hombre a su imagen y semejanza para poder compartir con él su vida divina (Gn 1,1-2,2). Ese amor misericordioso no abandona al hombre pecador ni deja esclavo a su pueblo en Egipto sino que lo libera de la esclavitud para llevarlo a su servicio. La resurrección de Jesús inaugura la nueva creación en la que todo el universo será transformado y adquirirá la plenitud a la que Dios lo tenía destinado. No sólo el hombre sino la creación entera son redimidas por la resurrección de Cristo.

La resurrección cogió de sorpresa a todos, a empezar por sus discípulos y las piadosas mujeres que iban a cumplir un deber caridad para con el muerto, embalsamar su cuerpo, cosa que no habían podido hacer el día de su sepultura por falta de tiempo. El ángel les reprocha el que sigan pensando en un muerto entre los muertos cuando en realidad el Señor está vivo (Lc 24,1-12. El ángel les invita a penetrar en el misterio recordando las palabras de Jesús que habían anticipado el acontecimiento. Según Jesús, su muerte y su resurrección eran la realización de lo que las Escrituras anunciaban.

Las mujeres recordaron las palabras de Jesús y sin duda se abrieron a la fe pues se convirtieron en anunciadoras  de la resurrección. Pero los apóstoles no las creyeron y pensaron que deliraban. Pedro, en cambio, fue al sepulcro y lo encontró vacío y se volvió admirado. Tan sólo el encuentro con el Resucitado hará que la fe de los discípulos vuelva a revivir y se reúnan de nuevo para ser los testigos de Jesús.

Existe el peligro de que nos pasemos la vida buscando al resucitado entre los muertos. Quizás a través de la religión popular hemos vivido intensamente en las procesiones la realidad de la pasión del Señor. Son tantos los sufrimientos del mundo que no puede uno menos que compadecerse del inocente que entregó la vida para que no muera ya más ningún inocente. Pero llega la Pascua y no sabemos cómo celebrarla. Tantos siglos de catolicismo triste han dejando una herencia y una huella demasiado pesada. Pero es aquí donde nos jugamos el futuro de nuestra fe como fuerza transformadora del mundo.

Frente a las ofertas de felicidad barata que ofrece el mundo, los cristianos seguimos proclamando que el corazón del hombre tiene una sed de amor infinito y absoluto. Sólo si nosotros resucitamos en Cristo y llegamos a pertenecer totalmente a Dios, y Él nos pertenece totalmente a nosotros, nuestro corazón inquieto encontrará finalmente su descanso. Vivamos intensamente esta eucaristía y sintámonos también nosotros enviados a anunciar a nuestros hermanos la buena noticia: Jesús está vivo. Venid y lo veréis.


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