Mis ojos han visto a tu Salvador

2 de febrero 2025- La presentación de Jesús en el templo

La fe no es patrimonio de los intelectuales sino que pertenece al pueblo fiel que, por instinto, sin necesidad de muchos estudios, percibe y vive la experiencia cristiana auténtica. Esta es, ante todo, un encuentro con Jesús. No somos nosotros lo que tenemos la iniciativa, es Jesús el que viene a nuestro encuentro como fue al encuentro de su pueblo fiel ( (Lc 2,22-40). El encuentro tiene lugar en el templo, pero no se mencionan los sacerdotes. Son dos ancianos, un hombre y una mujer, dotados de espíritu profético, los que reconocen en Jesús al Salvador.

Las dos profecías de Simeón interpretan el acontecimiento de Cristo Jesús. La misión de Jesús desborda los límites de su pueblo e ilumina a todas las naciones. En Él se realizan todas las promesas de Dios. Pero su misión estará llena de contradicciones y sufrimientos que traspasarán también el corazón de su Madre. En Jesús se realiza la profecía del mensajero de Dios que viene a preparar su venida. Jesús es el enviado de Dios, el profeta definitivo, el mensajeo de la alianza con Dios (Ml 3,1-4). En Cristo Dios se ha dado totalmente al hombre y éste ha dado la respuesta de amor que Dios esperaba de él.

La misión del mensajero es presentada como una purificación de los ministros del culto en el que el hombre se une a Dios. Jesús será el sumo y eterno sacerdote que presentará al Padre la ofrenda de su vida, que Dios aceptará complacido, perdonando a los hombres. María, presentando a Jesús en el templo, reconoce que Dios es el origen de toda vida, pero sobre todo de la vida de Jesús, que ella había concebido por obra del Espíritu de Dios. En esa ofrenda, María presenta a toda la humanidad, con la que Jesús se ha hecho solidario, como hermano nuestro (Hb 2,14-18). Liberados del miedo de la muerte, podemos responder libremente al amor de Dios en Cristo Jesús.

La importancia de ese momento, que cambiaba la forma del culto a Dios, al que no se le ofrecerán ya más palomas sino el único sacrificio de Cristo, fue percibida claramente por Simeón. Durante su larga vida había esperado la realización de las promesas de salvación y ahora las ve cumplidas . En Jesús Dios ha dado su “sí” amoroso incondicional a la humanidad y Simeón se siente en los brazos de Dios precisamente cuando toma al niño en sus brazos.

También Ana, otra anciana, experimenta en sí la liberación y se la anuncia a todos los que la esperaban. Pero esa liberación y salvación no es una realidad idílica. Simeón intuye con claridad el destino de ese niño que es el Salvador de todos los pueblos. Su vida y su muerte van a ser signos de contradicción. Ante Él nadie puede quedarse indiferente sino que habrá que tomar una decisión. En ella nos va la vida o la ruina. Acojamos también nosotros a Jesús en nuestros brazos y pongamos nuestras vidas en sus manos al celebrar ahora la eucaristía.


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