Ha resucitado

5 de abril de 2015 – Vigilia Pascual

 

Para los cristianos el acontecimiento fundacional, que da sentido a toda nuestra historia, es la resurrección de Jesús. Ésta es la intervención definitiva de Dios en Cristo Jesús para salvar al mundo. Toda la historia de la salvación se concentra en este acontecimiento, hacia él tiende, desde él se despliega y en él encuentra su sentido. La Liturgia de la Vigilia Pascual nos hace revivir los principales acontecimientos de esa historia: la creación, la fe de Abrahán, dispuesto a entregar a su propio hijo, la liberación de Egipto, la promesa de la nueva alianza, la promesa de la resurrección del pueblo.

Todo ello se concentra en el anuncio de la resurrección de Cristo. “¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado” (Mc 16,1-8). Es la buena noticia que hay que proclamar, porque cada vez que se proclama se hace realidad en nuestro mundo. La fuerza de ese anuncio viene del mismo Dios. No es la palabra humana la que proclama la resurrección sino los mensajeros de Dios. Las mujeres no dijeron nada porque estaban llenas de miedo. Nosotros hemos perdido el miedo precisamente porque hemos resucitado con Cristo. Sabemos que Él nos va abriendo el futuro, en medio de este presente sombrío que nos toca vivir. Él nos precede en Galilea para que nosotros repitamos la aventura del anuncio del evangelio.

El misterio de Cristo muerto y resucitado es nuestro propio misterio. Lo hacemos nuestro mediante el bautismo (Rm 6,3-11). Lo vivimos de manera sacramental, pero real. Representamos la muerte y la sepultura de Cristo sumergiéndonos en las aguas con riesgo de nuestra vida. Así era al menos en el bautismo de los primeros cristianos. Resucitamos al salir del agua. Experimentamos místicamente la muerte del hombre viejo y nacemos una criatura nueva. Somos de verdad cristianos si nos sentimos salvados y viviendo la nueva vida en Cristo Jesús. Lo que cuenta es la vida. Jesús resucitado ya no muere más. Está siempre vivo y vive también en nosotros.

La renovación de las promesas de nuestro bautismo es el momento privilegiado para asumir personal y conscientemente nuestra fe, que en su día proclamaron nuestros padres y padrinos. Esa fe es verdaderamente la luz que ilumina nuestras vidas. Es el mismo Señor resucitado, cuyo pregón hemos cantado siguiendo el cirio pascual. Es la luz del primer día de la creación.

La resurrección de Jesús no es un simple acontecimiento histórico que afecta a toda la humanidad. Es un acontecimiento de la creación que inaugura los cielos nuevos y la tierra nueva. Inaugura verdaderamente el Reino glorioso de Cristo. Es verdad que todavía experimentamos en nuestras vidas y en nuestro mundo los efectos del odio y de la muerte. Pero estos enemigos han sido ya vencidos en Cristo y esperamos que también nosotros los venceremos. Celebremos con alegría la resurrección de Jesús y salgamos decididos a ser sus testigos y anunciar: El Señor ha resucitado. Felices Pascuas.


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