Estad alegres

12 de diciembre de 2021 – Tercer Domingo de Adviento

El año pasado no pudimos celebrar las Navidades al estilo tradicional de siempre. No pudimos reunirnos incluso en las familias. Este año todos estamos con ganas de volver a la normalidad, pero hay demasiados nubarrones en el horizonte. Los cristianos hemos celebrado siempre con alegría y manifestaciones populares el nacimiento de Jesús. Sin duda que todo nacimiento trae la alegría a la familia que recibe ese don de Dios. En el caso de Jesús, es toda la humanidad la que está invitada a alegrarse. Él es la causa de la alegría y de la celebración. Para muchos la Navidad ya no significa nada y quieren hablar simplemente de fiesta, sin haber nada que festejar. Más de uno se sentirá frustrado, también este año.

Los cristianos nos alegramos con la Buena Noticia que nos repite hoy la Palabra de Dios: El Señor está cerca. El profeta invita a la alegría mesiánica a causa de la presencia del Señor en medio de su pueblo, en Jerusalén (Sof 3,14-18). El mismo motivo aduce Pablo (Filp 4,4-7). Esta alegría es siempre un don de Dios y no la podemos fabricar artificialmente confundiéndola con el bullicio y el jolgorio navideño. Esta alegría viene sobre todo de la ausencia de preocupaciones, no porque no existan, sino porque no nos hacen perder la paz y la alegría navideña. Uno presenta las preocupaciones al Señor en la oración con confianza y acción de gracias.

La Navidad nos hace experimentar la cercanía de Dios. Dios es un Dios de hombre, que no está lejos de nosotros sino que está a nuestro lado compartiendo y sufriendo con nosotros en nuestra historia. Y nosotros ¿Qué debemos hacer? Esta cercanía de Dios nos lleva a acercarnos a los hombres, sobre todo a los que sufren para tratar de llevarles a ellos alguna Buena Noticia.

En vez de unos cálculos puramente económicos sobre cuánto puedo gastar, quizás sea bueno situarnos en una perspectiva más evangélica, que invita a mirar también en torno nuestro. Al descubrir la realidad de los que no tienen, no queda otra alternativa cristiana que compartir con ellos lo que tenemos (Lc 3,10-18). Dios no pide cosas que se relacionen con el culto y con la oración sino que tienen que ver más bien con las relaciones sociales. Es ahí donde se juega el futuro del Reino de Dios, que Juan Bautista anunciaba, como más tarde lo hará Jesús.

Son simples ejemplos, que cada uno tendrá que adaptar a su situación particular. Pero son ilustrativos porque tienen que ver sobre todo con los bienes materiales. A la gente en general, el precursor pide una actitud de compartir los bienes, tanto de comida como de vestidos. A publicanos y militares se les exige ante todo la práctica de la justicia. Justicia, solidaridad o caridad son los elementos fundamentales de la práctica cristiana.

Se trata de tomar algo así como una opción fundamental en nuestras vidas, orientándolas hacia los demás y hacia Dios y no a la búsqueda del propio enriquecimiento a costa de los demás. Esta opción fundamental era propuesta en el momento del bautismo que realizaba Juan Bautista, y también los cristianos hemos asumido esa opción fundamental en nuestro bautismo. En él hemos renunciado al mal y nos hemos adherido por la fe a Cristo Jesús.

El bautismo de Jesús ya no es simplemente bautismo con agua sino bautismo con el Espíritu Santo. Ese don es fruto de la resurrección de Jesús, que nos sitúa en los tiempos finales. Son el tiempo del juicio de Dios sobre la historia humana. Un juicio que todos esperamos que sea de salvación, tal como lo ha prometido, pero que purificará también con el fuego de su amor. Que la celebración de la eucaristía nos haga sensibles a las necesidades de los demás y nos lleve a compartir lo que tenemos.


Publicado

en

por

Etiquetas: