El Señor te conceda la paz

1 de enero de 2019 – Santa María, Madre de Dios

Os deseo a todos un Feliz Año 2019, que comenzamos bajo la protección de Santa María, Madre de Dios. Que Ella haga realidad nuestros deseos de Paz y Felicidad (Num 6,22-27). El año que hemos terminado no ha puesto fin a los conflictos armados en el mundo ni tampoco ha resuelto el problema de la convivencia pacífica de los españoles. El papa Francisco quiere aportar un granito de arena a la construcción de un mundo en paz y ha escrito un mensaje para la Jornada Mundial de la Paz: “La buena política está al servicio de la paz”.

La buena política está al servicio de la paz; respeta y promueve los derechos humanos fundamentales, que comportan también sus deberes recíprocos. Sólo así se puede crear entre las generaciones presentes y futuras un vínculo de confianza y gratitud. Desgraciadamente diversos vicios socavan el ideal de una democracia auténtica, son la vergüenza de la vida pública y ponen en peligro la paz social. El papa menciona entre otros,  la corrupción, el enriquecimiento ilegal, la tendencia a perpetuarse en el poder, la xenofobia y el racismo, la explotación ilimitada de los recursos naturales por un beneficio inmediato, el desprecio de los que se han visto obligados a ir al exilio.

Cada uno puede aportar su propia piedra para la construcción de la casa común. Se trata de superar el clima de desconfianza que echa sus raíces en el miedo al otro o al extraño, en la ansiedad de perder beneficios personales y, lamentablemente, se manifiesta también a nivel político, a través de actitudes de clausura o nacionalismos que ponen en cuestión la fraternidad que tanto necesita nuestro mundo globalizado.

La paz, nos recuerda el papa, es una conversión del corazón y del alma, y es fácil reconocer tres dimensiones inseparables de esta paz interior y comunitaria. La primera es la paz con nosotros mismos, rechazando la intransigencia, la ira, la impaciencia para ofrecer un poco de dulzura a sí mismo y a los demás.  En segundo lugar, la paz con el otro: el familiar, el amigo, el extranjero, el pobre, el que sufre…; atreviéndose al encuentro y escuchando el mensaje que lleva consigo. Finalmente, la paz con la creación, redescubriendo la grandeza del don de Dios y la parte de responsabilidad que corresponde a cada uno de nosotros, como habitantes del mundo, ciudadanos y artífices del futuro.

La fiesta de Santa María, Madre de Dios, sigue siendo como la Navidad, ante todo la fiesta de la vida (Lc 2,16-21). Una vida confiada a los cuidados de los hombres y mujeres. Una vida que debe ser protegida desde su concepción hasta el momento final. Una vida siempre amenazada por el egoísmo humano y las tendencias destructoras que residen en el corazón del hombre y que se pueden desbordar cuando son manipuladas por las ideologías políticas.

María, Madre de Jesús, que es el Hijo de Dios, nos enseña a mirar al hombre concreto, al hombre sufriente y doliente que las ideologías consideran un número dentro de la nación, el pueblo, el estado. La verdad del hombre es siempre una verdad concreta, con un nombre propio, con un rostro único e  irrepetible, que traduce el rostro humano de Dios manifestado en Cristo Jesús. De la misma manera que los padres dan un nombre al hijo antes de nacer, Jesús fue llamado con ese nombre ya en el momento de la Anunciación. María es la puerta que abre este nuevo año y que nos introduce siempre en el Reino, porque Ella nos lleva siempre hacia Jesús. Que Ella nos acompañe a lo largo de todo este año y nos conceda la Paz y la Felicidad.


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