12 de agosto de 2018 – 19 Domingo Ordinario
¿Por qué seguimos creyendo en Jesús mientras muchos de nuestros compañeros dejaron de creer? La fe o la falta de fe forman parte de la historia de nuestras vidas. Por eso cada caso es diferente y hay que tener en cuenta la situación del creyente, tanto individual como colectivamente. El rechazo de Jesús por parte de su pueblo provocó toda una reflexión en sus discípulos.
El motivo del rechazo suele concentrarse en la negación de la resurrección y de la encarnación del Hijo de Dios. Los oyentes de Jesús se escandalizan de que éste, cuyos orígenes humanos les son bien conocidos, pretenda venir del cielo, es decir venir de Dios. Comprendieron muy claramente que Jesús no se presentaba como un simple enviado de Dios como Moisés, sino que en Él estaba presente Dios de una manera distinta a como se solía repetir en su pueblo: “el enviado es como el que lo envía” (Jn 6,41-52).
Es el misterio de la persona de Jesús el que provoca la fe y la falta de fe en los que se le acercan. Los que creen en Jesús hacen la experiencia de encontrarse con Dios en Él. Los que lo rechazan afirman que en Jesús sólo encuentran una persona humana como las demás. ¿Por qué ese conflicto de interpretaciones? Es aquí donde descubrimos lo complejo de la experiencia que llamamos creer en Jesús. Toda experiencia nos es dada, no es fruto de nuestro pensamiento. No basta decidir quiero creer en Jesús. Es necesario que el Padre nos atraiga hacia Jesús para poder experimentar en su persona la presencia de Dios. Es Dios el que se nos da en la experiencia de Jesús.
¿Cómo se nos da Dios en Jesús cuando creemos en Él? Dios se nos da a través de su palabra, que el creyente tiene que escuchar y aprender. La escucha supone la obediencia, el estar dispuesto a acoger esa palabra y vivir según ella. El aprender hace de nosotros discípulos de Dios, que tienen un trato de amistad con Él y no una simple relación intelectual de maestro y discípulo. El que está familiarizado a tratar con Dios inmediatamente va hacia Jesús, porque descubre que Jesús es la Palabra, el Verbo de Dios. En realidad uno sólo puede entrar en contacto con Dios a través de Jesús, su Palabra encarnada.
¿Por qué a unos se les da el creer y a otros no? ¿Por qué unos conservan la fe y otros la abandonan? La convicción cristiana es que Dios se manifiesta a todos, incluso a los no cristianos. Y en esa manifestación nos ofrece su gracia y su amor y nos invita a un diálogo amoroso con Él. El amor y la fe son libres. Puedo responder sí o no al ofrecimiento que se me hace. Dependerá de la atracción profunda que la persona que me ofrece su amor ejerza sobre mí. Puedo en un cierto momento acoger ese amor y desgraciadamente puedo pocos años más tarde dejar que ese amor desaparezca.
Solemos decir que tenemos fe. En realidad es la fe la que nos tiene por la mano a nosotros. Si Dios nos deja de su mano, también nosotros nos convertiremos en no creyentes. Que la celebración de la Eucaristía nos ayude a cultivar la relación personal con Jesús.