9 de marzo de 2025 Primer Domingo de Cuaresma
Una semana antes de ser hospitalizado, el Papa Francisco publicó su mensaje para la cuaresma de este año. Tiene como título «Caminemos juntos en la esperanza», en alusión al Jubileo «Peregrinos de la esperanza». En su mensaje nos invita a la conversión con tres propuestas. En vez de las tres tradicionales de oración, ayuno y limosna, las actualiza teniendo en cuenta el hoy de Dios. La primera es caminar y nos sugiere confrontarse con la realidad concreta de algún inmigrante o peregrino, dejando que nos interpele, para descubrir lo que Dios nos pide, para ser mejores caminantes hacia la casa del Padre.
La segunda es ser sinodales, caminar juntos, sin pisotear o dominar al otro, sin albergar envidia o hipocresía, sin dejar que nadie se quede atrás o se sienta excluido. La tercera recomienda vivir concretamente la esperanza que nos ayuda a leer los acontecimientos de la historia y me impulsa al compromiso por la justicia, la fraternidad y el cuidado de la casa común, actuando de manera que nadie quede atrás.
También las tentaciones de Jesús son tres. El maligno es especialista en ofrecer grandes ofertas a bajo precio (Lc 4,1-13). El sabe manipular a la perfección las necesidades y deseos del hombre. La primera tentación reduce la salvación a la satisfacción de las necesidades naturales del hombre. Poco importa que la solución sea automática y milagrosa, como le propone el diablo de convertir las piedras en pan, o venga de cualquier sistema político-social. La respuesta de Jesús hace ver que el hombre no vive sólo de pan, sino que necesita de la Palabra de Dios (Rm 10,8-13). Esa hambre de Dios queda hoy día sofocada por esta sociedad de consumo que da satisfacción a necesidades inventadas y olvida las verdaderas necesidades del hombre.
La segunda tentación es esperar la salvación a través del poder político, económico o tecnológico, sea cual sea su sistema, democrático, dictatorial o totalitario. El sistema suele prometer la felicidad y la solución de todos los problemas humanos. No sólo los totalitarismos sino, también las democracias, pretenden ofrecer la salvación a los pueblos. En nombre de los valores democráticos se hace la guerra para imponer la democracia en otros países, sin preguntarse si aquellas personas la quieren o están preparadas para ella. En el fondo el sistema del poder se convierte en una especie de Dios que pide reconocimiento absoluto.
La tercera tentación es un despliegue genial del tentador. Aparece como un manipulador consumado. Es capaz de usar incluso la Palabra de Dios para sus propios fines. La tentación consiste en querer que Dios nos salve de manera milagrosa, sin respetar el funcionamiento normal de nuestro mundo. En el fondo se trata de tener un Dios arbitrario, nada racional, pero que esté sometido a nuestro capricho. Si Dios no dirige el mundo como nosotros queremos, no es Dios, o se dice que Dios no existe. Se le quiere enseñar a Dios cómo tiene que gobernar el mundo. En un mundo ideal tendría que desaparecer automáticamente todo el sufrimiento inocente.
La oferta del diablo a Jesús es la de ser un Salvador vistoso y triunfante. Jesús considera esta propuesta como un tentar directamente a Dios y la rechaza inmediatamente. Él está decidido a seguir el camino del servidor sufriente, solidarizado con los hombres, que ofrece una salvación desde dentro de la humanidad y no venida de las nubes. Y la humanidad está hecha de hombres sufrientes y dolientes, por eso la salvación no consiste en eliminar el sufrimiento sino en asumirlo y transformarlos mediante el amor. Que la celebración de la eucaristía nos sitúe ya en el seguimiento de Jesús que camina hacia Jerusalén para cumplir la voluntad del Padre.