8 de diciembre de 2021 – La Inmaculada Concepción de la Virgen María

 

Los hombres han sido y siguen siendo buscadores de Dios. No nos dejemos engañar por la manera de vivir en nuestro mundo rico secularizado en el que avanza la indiferencia religiosa a pasos agigantados. La mayor parte de la humanidad busca y encuentra a Dios. Los cristianos avivamos la esperanza del encuentro con él en Jesús en el tiempo de adviento. Sabemos que no es una esperanza ilusoria porque Dios ha entrado en nuestra historia de manera definitiva en la figura de  Jesús de Nazaret. Diversas ideologías y sistemas políticos tratan de desahuciar a Dios de su casa, que es el mundo, pero él sigue presente y actuante en nuestra historia.

En María se resume el ansia y la búsqueda de Dios de toda la raza humana. A pesar del pecado, el hombre sigue siendo invitado por Dios a vivir en su amistad. Ante la gravedad del pecado, Dios responde con la plenitud del perdón. La misericordia siempre será más grande que cualquier pecado y nadie podrá poner un límite al amor de Dios que perdona. Se nos abre pues la puerta de la misericordia y del perdón. María es esa puerta a través de la cual vino Jesús.

La santidad de María, desde el primer momento de su existencia, indica su total sintonía  con Dios y con el Espíritu Santo. María se arriesgó a dejarse llevar por el Espíritu que la convirtió en Madre de Dios. María está toda llena de la gracia y del favor de Dios (Lc 1,26-38). Ella vive una relación inmediata que le permite llamar a Dios su hijo y que Dios la llame su Madre. En ese ámbito de relación todo es santo y ni tan siquiera se puede pensar que a  Ella le pasara por la cabeza traicionar esa amistad. Ella no experimenta la tentación que nos acecha cada día. A pesar de todo, también nosotros vivimos rodeados de la gracia de Dios en la redención de Cristo Jesús.

Sin duda ha sido un gran privilegio el que Dios dio a María, precisamente para que pudiera ser una digna Madre del Redentor. Si Jesús es la salvación, María era la primera que tenía que ser totalmente salvada. Y así fue redimida en virtud de los méritos de Jesús, incluso antes de que éste existiera en su seno. Porque el plan de Dios de salvar al hombre es un plan eterno. Antes de crear el mundo nos eligió también a nosotros para que fuéramos santos e inmaculados por el amor (Ef 1,3-12). Por eso lo que ahora proclamamos de María, su santidad sin sombra  de pecado, será también realidad un día en nosotros. También un día la salvación de Dios será plena en nosotros y triunfará sobre nuestro pecado. Mientras tanto María aparece como el gran signo de esperanza para toda la Iglesia que intenta purificarse para ser fiel a su Señor.

En la medida en que el Nuevo Testamento se interesa por María se nos presenta como la creyente. La intención principal de Lucas es ejemplificar la fe en Jesús, pero también el mostrar la ma­ternidad de María como el gran ejemplo de fe. Hay que llamar santa a María porque respondió a partir de la fe, cuando supo qué vocación le esperaba de par­te de Dios. Responder a partir de la fe significa realizar su vida a partir de su referencia a Dios, comprometerse en la disponi­bilidad completa a lo que Dios quiera y conforme a la llamada de Dios. Así quedó asociada a Cristo en sus misterios. También nosotros tenemos que cultivar intensamente la fe para vencer el pecado.

El P. Chaminade veía en María Inmaculada el símbolo de la santidad y de la victoria. Así  la proponía a sus congregantes que la tenían por Patrona. El P. Chaminade encontró en la Inmaculada la fuerza para combatir lo que él llamaba la “herejía de su tiempo”, la indiferencia religiosa. Esta hace que la vida de las personas se plantee de espaldas a Dios, como si Dios no existiera. En vez de construirse sobre los valores del evangelio, el mundo actual se construye sobre otros valores, muchas veces antievangélicos y antihumanos. Pero esta situación no nos desanima pues sabemos que María saldrá triunfante también en este desafío y continuará aplastando siempre la cabeza de la serpiente (Gen 3,9-15). Celebremos con gozo el triunfo de María y pidámosle que ella sea siempre para nosotros el modelo de creyente.


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