Venid y seguidme

22 de enero de 2017- Tercer Domingo Ordinario

 

La Familia Marianista celebra hoy a su Fundador, el Beato Guillermo José Chaminade, en este año en que precisamente se celebra el bicentenario de la fundación de la Compañía de María (1817). Un año antes, junto con Adela de Trenquelléon, había fundado a las Hijas de María Inmaculada. Ambas Congregaciones surgieron de las Comunidades de jóvenes de Burdeos y Agen, algunos de los cuales habían empezado a vivir los consejos evangélicos en el mundo.

Si el Reino de Dios fue la pasión que animó toda la vida de Jesús, el difundir ese Reino a través de la devoción a María fue lo que dio sentido a la larga vida del P. Chaminade. Durante su larga vida contempló cómo el régimen de cristiandad se hundía en Francia con la Revolución (1789) y dedicó todos sus esfuerzos a reconstruir el tejido social de la Iglesia como instrumento al servicio del Reino.

El Reino supone una transformación de la realidad, un paso de las tinieblas a la luz: “el pueblo que caminaba en las tinieblas vio una luz grande” (Is 8,23-9,3). Son precisamente los que viven en las tiniebla de la opresión y de la miseria los que experimentarán la luz del Reino. El Reino se hace presente en Jesús, en su persona, en sus palabras y en sus acciones. La persona de Jesús encarna el Reino. Dios se nos comunica en Cristo Jesús y comparte con nosotros su intimidad personal trinitaria. Esa vida es el Reino, vida que se hace presente ya ahora en la historia de los hombres que se convierten y cambian de vida.

El Reino se hace presente en la predicación de Jesús. Sus palabras son como un grande exorcismo que echa afuera los poderes que usurpan la soberanía de Dios. Sus palabras infunden una esperanza nueva en el corazón de los hombres. El evangelio es buena noticia de la cercanía y del amor de Dios. Son palabras de consuelo que curan los corazones afligidos que suspiran porque Dios haga justicia en el mundo. Las palabras de Jesús hablan de una nueva oportunidad para el pecador. Es posible rehacer la vida y empezar de nuevo en amistad con Dios.

El Reino se hace presente en las obras de Jesús que muestran la transformación individual y social que trae el reino. Los diversos tipos de curaciones son el signo de que Dios actúa a favor de la felicidad del hombre. Dios no reina para sus propios intereses sino que busca el bien de sus hijos.

El Reino se hace presente en la comunidad de los discípulos (Mt 4,12-23). La venida del Reino cambió la vida de Jesús y cambió la vida de los discípulos, que inauguraron un nuevo estilo de vida en familia basada no en los lazos de la sangre sino precisamente en el seguimiento de Jesús. Esa comunidad está al servicio del Reino, es una parábola que muestra cómo el Reino se hace presente entre los hombres y derriba las fronteras sociales y religiosas que tantas veces separan a los hombres.

La Familia Marianista está convencida de que su carisma un don para el bien de toda la Iglesia y quiere ser fermento de unidad y de reconciliación en este mundo dividido (1 Cor 1,10-13.17). Pidamos al Señor en la eucaristía que seamos testigos de su Reino saliendo al encuentro de nuestros hermanos los hombres.

 


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