Todos sois hermanos

5 de noviembre de 2023 – 31 Domingo Ordinario

El domingo pasado concluyó la primera sesión de la Asamblea Sinodal sobre la sinodalidad de la Iglesia. La sinodalidad es un modo de ser Iglesia que fomenta la comunión, la misión y la participación de todos los miembros, incluidos los presbíteros y obispos. La sinodalidad se vincula estrechamente con la misión de la Iglesia, que implica compartir la fraternidad con personas de diversas religiones, creencias y culturas.

Jesús fustigó a las autoridades políticas, religiosas y doctrinales de su tiempo porque se aprovechaban del pueblo para sus propios intereses. Hacían incluso de la religión un medio para medrar en la sociedad, ganarse títulos y reverencias. Imponían fardos pesados a los demás y no estaban dispuestos a mover un dedo para ayudar a la pobre gente. Daban leyes y normas para los otros y ellos no las respetaban. Por eso Jesús recomendará: “haced y cumplid lo que os digan, pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen” (Mt 23,1-12).

Jesús reunió en torno a sí una comunidad de discípulos que debía ser la alternativa a como estaba organizada la sociedad de su tiempo que consagraba la desigualdad. Es una comunidad en la que también tienen lugar las mujeres, con las que nunca un rabino habría perdido el tiempo en enseñarles la doctrina de Moisés. En esa comunidad, no es la ley o la tradición aprendida de memoria la que ocupa el centro. El centro es siempre la persona de Jesús, el único maestro. Los demás siempre seremos discípulos, y por eso todos iguales como hermanos.

Ese ideal de igualdad y fraternidad venía ya, como lo muestra el profeta, de la vivencia de la alianza con Dios y de la realidad de la creación (Mal 1,14-2,2.8-10). Sólo hay un único creador que nos ha hecho a todos a su imagen y semejanza, lo que excluye toda discriminación. En la alianza todos somos su pueblo y formamos una comunidad de hermanos, la familia de los hijos de Dios, que es la Iglesia.

El Vaticano II ha hecho un esfuerzo sincero por recuperar la imagen evangélica de la Iglesia. No una Iglesia- sociedad, copiada de los estados políticos, sino una Iglesia- comunión: comunión de los hombres con Dios y comunión entre sí. Se trata de una Iglesia-familia. El apóstol Pablo se presenta como una madre que cuida de sus hijos (1 Tes 2, 7-9.13). Debe buscar el bien de todos sus hijos sin partidismos. En este momento en que en nuestras sociedades experimentamos tanto discriminación social, e incluso legal, la Iglesia, como Jesús, debe estar siempre del lado de los marginados y excluidos.

Jesús en la eucaristía nos invita a sentarnos a la misma mesa del mundo como hermanos para celebrar su banquete de fraternidad, que anticipa la realidad del Reino. Salgamos de esta eucaristía decididos a luchar a favor de un mundo más justo y más fraterno.


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