¿Por qué has dudado?

13 de agosto 2023 – 19 Domingo Ordinario

Vivimos en unos tiempos de incertidumbre, en que se han ido derrumbando las certezas que hasta ahora sostenían nuestra vida. Ante esta situación, la reacción de muchos es la de vivir al día, disfrutar todo lo posible del presente y no plantearse problemas. Pero hay también quienes intentan repensar las cuestiones importantes y contribuyen a dar una respuesta a los desafíos de la vida. Lo hemos visto. En menos de un año teníamos vacunas para el coronavirus.

El cristiano comparte con todos los demás los desafíos del presente y la fe que lo sostiene no le libra de tener que vivir a la intemperie. Tiene que ser capaz de dar razón su esperanza ante los demás. El evangelio de este domingo nos ayuda a entender lo que es la fe, el fiarse de Dios para quien nada es imposible. La fe es, ante todo un encuentro con Jesús. Cuando Jesús no está, inmediatamente los vientos nos son contrarios.  En medio de las dificultades que experimentamos, muchas veces perdemos la cabeza y estamos de confundir al mismo Jesús con un fantasma (Mat 14, 22-33).

Jesús nos invita precisamente a no tener miedo. Tener fe es, como Pedro, tirarse al agua y empezar a caminar sobre las olas. Pero pronto le asaltó el miedo y empezó a hundirse. Pero supo gritar a tiempo: Señor, sálvame, y encontró enseguida la mano de Jesús que lo sostenía sobre las aguas. Jesús le reprochó su poca fe. Y es que en nuestras vidas conviven el fiarnos de Dios y al mismo tiempo nuestras dudas. Pero no nos olvidemos nunca de invocar la salvación del Señor.

Tampoco los vientos eran favorables a Elías cuando huía perseguido por el rey de Israel. Para que su fe no vacilara tuvo que volver a las raíces, al fundamento de la fe del pueblo, caminar hasta la montaña santa donde Dios se había manifestado a Moisés. Allí va a encontrarse con Dios de la manera más sorprendente (1Reyes 19,9a.11-13ª). Hubo el mismo aparato atmosférico que en tiempo de Moisés, un temporal, un terremoto, relámpagos, pero Dios no estaba en ellos. El Dios tremendo ante el que tiembla toda la creación se presenta ahora con una voz silenciosa suave.

Dios no quiere asustar a nadie sino darnos siempre confianza. Lo mismo hizo Jesús cuando sus discípulos estaban llenos de miedo. Se da a conocer como la persona con la que han ido compartiendo su vida y aventuras y en la que pueden confiar. Jesús se presenta como hacía Dios, como el “Yo soy”. Pero se trata de una presencia amorosa que es capaz de calmar todas las tempestades del alma y de la vida.

Nuestra falta de fe tan sólo puede ser vencida y superada mediante la confesión de fe en Cristo el Hijo de Dios. No se trata de una frase hecha, aprendida en el catecismo, como respuesta a una pregunta. Se trata de vivir convencidos de que la historia del mundo está en las manos de Dios y de su Hijo, Jesucristo. Ellos son los dueños de los acontecimientos.

El teatro de la historia puede ser todavía el lago encrespado dominado por las fuerzas del mal. Éstas, sin embargo, han sido ya derrotadas por el Señor resucitado, aunque siguen teniendo todavía un cierto poder contra nosotros, lo suficiente para no dejarnos en paz. Pero sólo tienen poder sobre nosotros en la medida en que se lo damos, en la medida en que creemos que ellos son fuertes, cosa que en realidad ya no lo son. Son nuestros miedos y falta de fe los que los hacen fuertes. Pidamos al Señor en esta eucaristía que aumente nuestra fe para vivir arraigados en Él.


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