1 de marzo de 2020 – Primer Domingo de Cuaresma
El mensaje del papa Francisco para la cuaresma de este año, lleva por título,“«En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios» (2 Co 5,20)”, texto usado el Miércoles de Ceniza. Desde comienzo de la cuaresma miramos hacia la meta a la que caminamos, el Misterio Pascual de la muerte y resurrección de Cristo. Es este misterio el fundamento de nuestra conversión, delreorientar constantemente nuestra vida hacia Cristo. Para lograr esa transformación el papa propone precisamente el contemplar “los brazos abiertos del crucificado” para “ mirar y llegar a tocar con fe la carne de Cristo en tantas personas que sufren”.
En el primer domingo de cuaresma contemplamos la creación y el pecado que distorsionó el proyecto original de Dios (Gen 2, 7-9; 3, 1-7). Con Cristo el hombre es redimido y hecho nueva criatura, pero sigue expuesto a la tentación y tiene que vencerla como hizo Jesús (Rom 5, 12-19).
Jesús, al comienzo de su vida pública, tuvo que hacer una opción radical entre los valores del Reino que estaba despuntando y los valores del viejo mundo caduco del pecado que nos siguen seduciendo a todos (Mat 4, 1-11). El mundo nos sigue ofreciendo como sentido de la vida una especie de mesianismo terreno político. Es la tentación de crear una sociedad de espaldas a Dios en la que el “pan y espectáculos” lleva a adorar al dios de este mundo con la promesa de tenerlo todo. A Jesús, no sólo el maligno, sino también sus contemporáneos, incluso sus discípulos, el propusieron un camino, lleno de éxitos espectaculares, pero lo rechazó. A la gente no se la salva mediante la seducción, sino haciendo que se abra a la voluntad del Padre. Fue lo que siempre hizo Jesús.
Jesús tomó la opción de ser un Mesías sufriente, que terminaría en la cruz por fidelidad al Reino y a sus hermanos necesitados de salvación. Tan sólo descubriendo las necesidades profundas de la persona, que no vive sólo de pan, y aceptando una vida sin milagros se puede permanecer fiel a Dios y a su Reino.
En ese discernimiento que Jesús tuvo que hacer, encontró su norte en la Palabra de Dios. La Escritura es el libro del discernimiento porque denuncia los falsos mesianismos, las falsas ofertas de salvación barata y nos muestra la manera de actuar de Dios, de salvar a su pueblo.
A lo largo de la cuaresma tenemos que rehacer la imagen de Dios en nosotros, deformada por el pecado. Para ello tenemos que tener fijos los ojos en Cristo, imagen verdadera del Padre. La victoria de Cristo sobre el mal es la promesa y garantía de nuestra propia victoria. También un día nosotros triunfaremos totalmente sobre el pecado. No estamos solos en esta lucha contra la seducción del mal. Cristo está a nuestro lado y Él ha vencido ya el mundo. La victoria que vence al mundo es nuestra fe.
Mientras estamos en camino experimentaremos las tentaciones e incluso las caídas. Lo importante es no abandonar el camino que es Cristo. Con Él un día venceremos. En la celebración de la eucaristía actualizamos la victoria de Cristo y la hacemos nuestra de manera que nos disponemos a seguir combatiendo para vencer también nosotros el pecado.