El Señor te conceda la paz

1 de enero de 2014 – Santa María Madre de Dios

 

Empiezo este Nuevo Año, y espero que también ustedes, con gran ilusión y esperanza. En el año 2013 hemos continuado con la crisis, pero la Iglesia, incluso toda la humanidad, ha vivido unos acontecimientos históricos que nos están cambiando la vida. La elección del papa Francisco está suscitando una  oleada de simpatía tal, que ser cristiano ya no significa pertenecer al pasado sino estar presente allí donde se está armando lío. En su primer mensaje para la Jornada de la Paz, Francisco ha elegido como lema “La fraternidad, fundamento y camino para la paz. Como el pobrecillo de Asís, también él sueña con un mundo en que todos nos tratemos como hermanos. Somos, sin duda,  hermanos, hijos de un mismo Padre y miembros de la Familia de Dios, pero eso tiene que traducirse en la práctica.

Este papa tiene un lenguaje concreto y no se anda por las ramas. Llama a las cosas por su nombre y nos recuerda a cada uno lo que se espera de nosotros. Desde luego no se está inventando nada nuevo sino que se refiere constantemente a sus predecesores inmediatos que fueron dirigiendo, año tras año, estos mensajes. El papa Francisco nos recuerda la realidad de los pobres y nos dice que la fraternidad es el único camino para vencer la pobreza. Hay que redescubrir la fraternidad en la economía. Veremos a ver cómo los economistas traducen esta realidad en sus cálculos no sólo macro-económicos, sino en la economía que tiene que hacer cada mes el ama de casa. Tan sólo la fraternidad puede eliminar la guerra. El papa Francisco se empleó a fondo en el caso de Siria y esperamos que ese país sea capaz de solucionar sus discrepancias políticas a través de la negociación y la no violencia.

Llamando a las cosas por su nombre el papa recuerda que “la corrupción y el crimen organizado se oponen a la fraternidad. A esta fraternidad nos invitan las fiestas de Navidad que ponen en el centro una familia humana y sus peripecias. Ella encarna el destino de toda la humanidad. En la familia se expresa la preocupación por el más débil, en este caso por el niño. Jesús durante su infancia y su adolescencia fue acompañado por María y José. Ellos fueron los que le dieron un nombre, el que el ángel había señalado (Lc 2,16-21). El nombre expresa la realidad única e irrepetible de cada persona. Pero en este caso el nombre de Jesús expresa su misión. Jesús es el Salvador de la humanidad, es el Dios-que salva. Cada uno es persona dentro de una comunidad humana más amplia que la familia. Con la circuncisión se expresaba la pertenencia al pueblo de Dios. Jesús fue un judío, nacido en una piadosa familia judía. Es así como es el Salvador de todos los hombres.

Jesús es el don del Padre. En Él se hace realidad las palabras de bendición pronunciadas por el Sumo Sacerdote (Nm 6,22-27). Dios nos ha mirado con amor y nos ha concedido la paz. La reconciliación y la paz con Dios son el fundamento de la reconciliación de los pueblos. Jesús es también el don de María Virgen (Gal 4,4-7). Ella ha sido quien lo ha acogido para todos nosotros. María está situada en esa paradoja del obrar divino. El Dios eterno entra en los límites de la historia, naciendo de mujer y viviendo sometido a la Ley. Es así como nos libera de la Ley y nos hace hijos de Dios mediante el don del Espíritu. María es la Madre de Jesús y, por tanto, la Madre de Dios. Su situación es única pues puede llamar hijo al que es Dios. Su vocación maternal abarca a todos los hombres y se realiza en la Iglesia, Madre de Pueblos. Como María, la Iglesia está llamada a acoger el don de Dios, que es Jesús, para darlo a los pueblos, mediante el Evangelio.

María es la puerta por la que entró la salvación en el mundo. En el umbral del nuevo año nuestros ojos se dirigen a ella para implorar la paz para toda la familia humana que tiene a Dios por Padre y a María por Madre. En María la Iglesia aprende a vivir la libertad religiosa, a conservar los acontecimientos de Cristo meditándolos en el corazón. Cristo murió para reconciliar a los pueblos. Él es la garantía de la tan anhelada paz. Que la celebración de la eucaristía nos ayude a construir la fraternidad en la Iglesia y en el mundo. Feliz Año 2014.

 


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