26 de enero de 2020- Tercer Domingo Ordinario
La Familia Marianista ha celebrado la fiesta de sus Fundadores, los Beatos Guillermo José (22 de enero), y Adela (10 enero). Ambos fueron personas apasionadas por Jesús y por el Reino. Ambos vieron cómo el régimen de cristiandad se hundía en Francia con la Revolución (1789) y dedicaron todos sus esfuerzos a reconstruir el tejido social de la Iglesia como instrumento al servicio del Reino.
El Reino comporta una transformación de la realidad, un paso de las tinieblas a la luz: “el pueblo que caminaba en las tinieblas vio una luz grande” (Is 8,23-9,3). Son precisamente los que viven en las tiniebla de la opresión y de la miseria los que experimentarán la luz del Reino. El Reino se hace presente en Jesús, en su persona, en sus palabras y en sus acciones. La persona de Jesús encarna el Reino. Dios se nos comunica en Cristo Jesús que comparte con nosotros su intimidad personal trinitaria. Esa vida es el Reino, vida que se hace presente ya ahora en la historia de los hombres que se convierten y cambian de vida. Uno cambia de vida cuando deja de pensar cómo ganar más dinero y se preocupa, en cambio, de hacer de todos los hombres la única familia de Dios. Cuando Dios reina, todos somos hermanos.
El Reino se hace presente en la predicación de Jesús. Sus palabras son como un grande exorcismo que echa afuera los poderes que usurpan la soberanía de Dios. Sus palabras infunden una esperanza nueva en el corazón de los hombres. El evangelio es buena noticia de la cercanía y del amor de Dios. Son palabras de consuelo que curan los corazones afligidos que suspiran porque Dios haga justicia en el mundo. Las palabras de Jesús hablan de una nueva oportunidad para el pecador. Es posible rehacer la vida y empezar de nuevo en amistad con Dios.
El Reino se hace presente en las obras de Jesús que muestran la transformación individual y social que trae el reino. Los diversos tipos de curaciones son el signo de que Dios actúa a favor de la felicidad del hombre. Dios no reina para sus propios intereses sino que busca el bien de sus hijos.
El Reino se hace presente en la comunidad de los discípulos (Mt 4,12-23). La venida del Reino cambió la vida de Jesús y cambió la vida de los discípulos, que inauguraron un nuevo estilo de vida en familia basada no en los lazos de la sangre sino precisamente en el seguimiento de Jesús. Esa comunidad está al servicio del Reino, es una parábola que muestra cómo el Reino se hace presente entre los hombres y derriba las fronteras sociales y religiosas que tantas veces separan a los hombres.
La Familia Marianista está convencida de que su carisma un don para el bien de toda la Iglesia y quiere ser fermento de unidad y de reconciliación en este mundo dividido (1 Cor 1,10-13.17). No quiere ser un grupo selecto aparte sino que quiere colaborar con todos a la renovación de la Iglesia. La Iglesia, en efecto, necesita cambio, reforma. El Papa Francisco nos está indicando cuál es el camino concreto de ese cambio. Se trata de pasar de una Iglesia en la que la jerarquía lleva la voz cantante y los demás obedecen callados, a una Iglesia en la que todos somos miembros activos y corresponsables en la misión. Pidamos al Señor en la eucaristía que seamos testigos de su Reino saliendo al encuentro de nuestros hermanos los hombres.